El JUSTICIERO
El justiciero se llamaba María Dolores García Moscardó, alias la Loles. Era una mujer bajita, al que le encantaban las películas del Llanero solitario y su caballo Silver. Tuvo la suerte de vivir en una planta baja del pequeño pueblito de Alborache, de manera que podía aguardar a su caballo en su propia vivienda.
Cuando llevaba dos años practicando el noble arte de la equitación, podía montar a su caballo, mientras éste iba al trote. Se compró un rifle de los del oeste, patrullaba el pueblo y muchos otros de la Comunidad Valenciana, defendiendo la ley de manera bastante arbitraria. Ella era feliz con su trabajo, en la mayoría de las ocasiones acertaba con los juicios rápidos que practicaba y defendía.
Se consideraba el azote de Dios, que dirigía contra los putos moros -esos que les quitan el pan a nuestros hijos con su venta ambulante-también jodía a los negros, pero afirmaba que ella no era ni racista ni xenófoba.
Parecía desconocer que en esta vida todo puede cambiar, cuando se encontró con la Trini, peluquera por las mañanas y reina de las timbas que era experta en tiro olímpico con revólver, halló la horma de su zapato.
Trini vio amenazado su imperio de terror y dinerito fácil y la retó a un duelo del tipo de los del cine rodado en Almería.
La citó en el cementerio de Alborache, al que prácticamente no iba nadie, salvo algunos saqueadores de nichos, en busca de joyas y dientes de oro. La tía Marcelina los justificaba siempre, más valer saquear el cementerio que buscar trabajo.
El ultimo martes del mes de octubre se celebró la contienda, la Loles vestida con su mejor imitación de cazadora de cuero con flecos, todo de color blanco. La Trini disfrazade de pirata cojo con pata de palo, a la cuarentona le ponía Sabina.
Justo un veintiocho de octubre cuando se atrasaba la hora, a las tres serían las dos, empezó el desafío.
Separadas por veinte yardas se situaron ambas, asistían el alcalde del pueblo, el secretario del Ayuntamiento-que daría fe del acto-el cura, por si tenía que administrar la extremaunción, el médico y el farmacéutico.
La Loles echó un par de tragos de whisky Dick, la Trini hizo otro tanto con su última botella de ron caribeño. Tras eructar un par de veces, cada una, se dispusieron a dispararse.
Las dos lo hicieron al mismo tiempo y, por increíble que pueda parecer, no hicieron ningún blanco. Agotadas las balas, desesperadas por su falta de puntería, la Loles propuso fumar una pipa de la paz, que ella misma se encargó de cargar, con tabaco de Virginia aromático y sabroso. Al finalizar la Loles interpretó varias rancheras mexicanas, la Trini se dedicó a cantar Peces de hielo, de su idolatrado Joaquinito Sabina, como les gustaba llamarlo a Chavela Vargas y al difunto Jorge krahe
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