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Veintidós heridas de guerra recorren mi cuerpo, así las denominaba yo, en realidad eran el resultado de 4 operaciones.

Me llaman Ulises Heredia Martínez, soy gitano y a mucha honra.

Tras licenciarme en derecho y ADE, ingresé en el cuerpo de la IGAE, (Intervención General de La Administración del Estado).

Tras 22 años ocupando diferentes, puestos de trabajo, durante la última anualidad, me nombraron Interventor General del Ministerio de Obras Públicas. Ahí comencé a padecer.

El volumen y cuantía de los contratos que llegaban a mi ordenador eran, como poco, elevados. Las llamaditas telefónicas del Director General eran continuas. Siempre quería saltarse mis reparos, menudo mamón.

No conocía el currículo del Sr. Director, pero no debía ser elevado, sus faltas de ortografía le delataban.

Mi padre fue durante cuarenta años Secretario Interventor de Administración Local y contaba anécdotas de sus peripecias funcionariales en casa. Unas divertidas otras no tanto. Me dijo más de mil veces: “Ulises, por lo que más quieras, no te hagas Interventor” Pero me atraía ese trabajo, ignoro el motivo.

Hace dos meses mi compañera y amiga Eloísa Martínez, vice–interventora en el ministerio, me dijo que no es que yo padeciera estrés. Que yo lo que tenía era escuatro. Tuve que admitir su diagnóstico, Elo, es licenciada en Medicina, discretamente me pasó una tarjeta y me dijo ve a verla, es una muy buena psiquiatra.

En la primera visita, Dª. Carmen del Consuelo García Heredia, me recibió afablemente. Comenzó a preguntarme, buscando signos y síntomas de mi enfermedad. Al cuarto de hora me dijo: “Caballero tiene usted una depresión fuertecita”. Lo cierto es que no me sorprendió, en Intervención los compañeros caen como moscas en esa situación.

Me recetó unas cajas de dormilón, me dijo que la llamara en unos diez días, y ahí acabó todo.

Me tome la medicación meticulosamente, por las mañanas mientras me duchaba cantaba “Hoy puede ser un gran día”. Y tenía paciencia.

Pasaron los diez días y llame a la psiquiatra, le conté que estaba prácticamente igual, que no había notado ningún cambio, me contestó que tuviera paciencia y me distrajera mucho. Me indicó que la próxima vez me llamaría ella, en unos veinte días, no podría concretar más la fecha, pues marcaba a un congreso internacional de psiquiatra. Se despidió de mi con un cariñoso: “Tú puedes Ulises” Sinceramente yo no lo tenía tan claro.

Vivo sólo y tras ver casualmente, un reportaje de Lorenzo Caprile, decidí irme a vivir a un hotel, donde estoy en régimen de pensión completa, además me dejan tener a mi perro Pancho conmigo. Los domingos voy a comer a casa de mis padres, donde Pancho y yo pasamos el mejor rato de la semana. Desde luego mi padre me pregunta por mis líos como interventor, yo les quito importancia, es en ese momento cuando sonríe pícaramente y me dice:” ¿Muchacho estás seguro de eso?” Así que le cuento la verdad…

Los últimos días están siendo especialmente duros, estamos esperando la visita de una comisión de la Unión, los políticos ya han anunciado una cuantía desmesurada de subvenciones, que en realidad van a tener que utilizar en tapar agujeros.

En fin, que yo estoy jodido pero contento.

Y colorín colorado este cuentecico, intervencionista, ha acabado.

Josma & Jose Taxi.

 

 

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