Adiós
— Buenas noches, chicos.
— Buenas noches, Sandra.
— Buenas noches, jefe.
— Buenas noches, Sandra, hasta el lunes.
Joder, no lo soporto, cada vez me cae peor, el tipo éste, explotador de mierda. Ahora lleva dos meses dando el coñazo con que él no es un director, él es un líder, que motiva a su equipo de trabajo, para conseguir los objetivos propuestos por la alta dirección. De verdad no sé si es así porque es tonto, o es tonto porque es así. Bueno, ya estoy en la calle, creí que me ahogaba en el ascensor, lleno de aire tóxico, ahora al bar, a tomar unas cañas, hoy serán varias, por fin es viernes y hay que celebrarlo.
— ¡Luis, cuando puedas un doble y unas aceitunas rellenas, me siento en la terraza!
Enciendo un pitillo, desde mi ubicación veo perfectamente el edificio en que trabajo, poco a poco se van apagando las luces, pero todavía es pronto, calculo que tendré que esperar alrededor de una hora para que esté solo el gran mamón en las oficinas.
Muchas veces he intentado superar mi sentimiento de haber sido atropellada por este tipejo. Los dos tenemos el título de arquitecto, me contrataron en recursos humanos en calidad de asistente, para colaborar en tareas de todo el departamento, pero el jefecito me utilizo como la chica de los recados: que si puedes llevar hoy a mi niña al cole, que si el coche tiene que pasar la ITV, que si la perra tiene visita en el veterinario. Y siempre la misma excusa: “no te lo pediría Sandra, pero necesito que me hagas ese favor”.
— ¡Luis, cuando puedas otro doble!
En el trabajo se comporta mezquinamente, las ideas que planteo y le gustan, se las apropia con una falta de vergüenza absoluta, incluso tiene la desfachatez de presumir de ellas ante cualquiera.
He hablado con él varias veces, me he quejado del trato que me dispensa, reconoce que en ocasiones puede no estar acertado, pero no modifica su conducta.
Así que he tomado una decisión que voy a ejecutar en breve…
Solo queda encendida la luz de su despacho, llega al trabajo muy tarde, pero se va el último.
Ánimo Sandrita, tu decisión es firme, así que marco su número de teléfono y aprieto cinco veces la tecla de almohadilla et voila, él descuelga su móvil y automáticamente una traca de primera inunda de ruido y fuego su oficina.
— ¡Adiós jefe, adiós, felices fallas!
© Josma Taxi, 28/02/2023