BEATRIZ
Vivimos un par de años en Palma de Mallorca. Mi padre era vendedor de una casa de confección para caballeros. Así que mi madre, mi hermano pequeño y un servidor nos marchamos con él.
Recuerdo las ensaimadas rellenas de cabello de ángel, las galletas de Inca y la sobrasada. Mamá bajaba con una cestita, sostenida por una cuerda finita, por dentro del deslunado al horno que había debajo de casa.
El padre Antonio Rodríguez trabajaba por las mañanas en un banco y por las tardes y noches en una sala de fiestas llamada Titos.
Los Rodríguez habían llegado a Palma desde Madrid y nosotros desde Valencia. Ellos tenían dos hijas Beatriz y Magdalena, nosotros éramos dos chicos, Txema y Gervasio.
Muchas tardes subíamos a merendar a casa de ellos, Pepita, la mamá nos daba un cacho de pan y una onza de chocolate. Beatriz se quejaba del poco chocolate que le había puesto y su madre le contestaba que se fijase en mí, que no reclamaba nada, la razón la tenía Beatriz, pero yo no decía nada.
Hicimos una buena amistad, nosotros especialmente con las chicas. Al finalizar nuestra estancia nos fuimos a Madrid, mi padre había conseguido una plaza mejor para sus ventas. Ellos se quedaron en Palma.
De tarde en tarde nos veíamos, por lo general ellos venían a casa, la madre de Pepita tenía una tía en Valencia.
Ella vino a mi boda. Yo me había hecho Secretario Interventor de Administración Local. Unos años más tarde Beatriz saco plaza en el cuerpo de Interventores.
Mi último recuerdo de Beatriz fue hace catorce años, me llamó para preguntar por mi madre, mi padre acababa de fallecer unos años antes. Ella estaba destinada en las Rozas. Me alegré mucho de hablar con ella, es muy buena gente.