DOBLE VIDA
He ingresado esta mañana en la modelo, a la espera de juicio, al final ha sucedido lo que yo me temía, en definitiva, lo que tenía que pasar.
Desde jovencito fui un maniático. Me gustaba leer, tener opiniones propias, asistir a conferencias. Aunque quise estudiar filosofía, las presiones familiares me empujaron a matricularme en medicina. En contra de mis pronósticos me gustó, me especialicé en psiquiatría.
Tras dos años trabajando en el hospital Provincial, que me exigía una dedicación exclusiva, tuve la suerte de ingresar en la clínica del Dr. Antúnez, aquí el salario no era muy alto, pero tenía todas las tardes libres, además yo no tenía familia que mantener y era poco gastador.
Con ese preciado tiempo que la fortuna me había regalado, pude retomar mis lecturas, pude centrarme en el estudio de la filosofía, pude volver a pensar en la situación política en la que estábamos inmersos.
La situación era nefasta, a la más mínima falta de libertades, se unía la injusticia y el comportamiento arbitrario y déspota de los vencedores de la guerra.
El descontento se generalizaba, pero allí no protestaba nadie, todo el mundo temía ser represaliado.
Seguramente mi inconsciencia me llevó a modificar mi vida, de forma accidental, una de las enfermeras más jóvenes de la clínica, me abordó una mañana, con la excusa de ir a visitar al paciente de la habitación número 25. A nuestra llegada abrió la puerta y me asombré de que no hubiese nadie: “No se extrañe Doctor, necesito hablar brevemente con usted”.
Me contó que habían estado observándome y querían hacerme una propuesta de contenido político. La interrogué sobre quiénes me seguían, sobre lo que querían de mí, pero no obtuve respuesta. Me dijo que no era seguro hablar en la clínica y me citó para las cuatro de la tarde en el jardín de los Viveros, en la entrada del zoológico.
Pasé el resto de la jornada preocupado, pensando si era prudente asistir al encuentro, finalmente decidí presentarme a la cita.
Llegué con quince minutos de antelación y esperé, pero no aparecía nadie. Habían pasado diez minutos de las cuatro, ya estaba dispuesto a marcharme, cuando un hombre con un gran abrigo, desproporcionado para le temperatura que hacía ese día, pasó por detrás de mí y susurro: “Sígame, mantenga unos cuantos metros de distancia”.
Aunque no me hiciera mucha gracia, fui tras él, anduvimos zigzagueando sin orden alguno y salimos de las instalaciones. Allí repitió su peculiar formar de caminar, hubo un punto en que yo me desorienté y no supe dónde me encontraba con exactitud.
Eran más de la cinco de la tarde cuando entramos en un callejón, el hombre se paró, sacó una llave muy grande del bolsillo izquierdo de su abrigo, la encajó en una puerta y me dijo: “Baje con cuidado, los escalones están muy desgastados”
Le hice caso, tuve que agachar la cabeza, el techo era bajo y entre penumbras entré a un recinto húmedo y rancio, en el que noté mucho frío.
Para mi sorpresa, a la luz de una vela, clavada en el cuello de una botella de vino barato, había otra persona esperando.
El desconocido se levantó de su asiento, me llenó un pocillo de hoja de lata de un brebaje que no pude reconocer y me invitó a beber. El hombre que me había guiado se acercó y los tres nos sentamos alrededor de una mesa sucia y desvencijada. Hacía mucho frio.
— Dr. soy Ferrando, como ya le indicó la enfermera de su clínica, lo hemos estado siguiendo, conocemos sus inclinaciones, es usted un librepensador convencido, sabemos de su desacuerdo con nuestra situación política, nosotros también pensamos de esa forma, ahora bien, queremos que nos diga si está dispuesto a entrar en acción.
— No entiendo lo que me dice, entrar en acción ¿qué quieren que haga?
— Necesitamos una doble ayuda de usted. Por un lado, los hombres con su formación y sus ideas son escasos, nos gustaría que se uniese a una de nuestras células para aportar su conocimiento a nuestra organización.
— Bien eso no lo veo complicado, ¿y la otra cuestión?
— Esa es mucho más sencilla, sabemos que en su trabajo es usted respetado, que tiene acceso al recinto de toda la clínica, así que no le sería difícil ingresar, de tarde en tarde, a algún camarada que necesite asilo unos cuantos días.
La segunda petición me turbó, noté como mi estómago se revolvía, el pulso se aceleraba, y un sudor frio me recorría la espalda. Mi interlocutor notó algo raro en mí, me dijo: “Dr. tómese un tiempo, pongamos una semana, para valorar nuestra propuesta, en ese plazo la enfermera le contará quienes somos, lo que hacemos, conoce a la perfección nuestra realidad, está autorizada para contestar a todo lo que le pregunté”
Salí de aquel tugurio mareado, inquieto, con ganas de vomitar, no pensaba claramente, pero en el fondo sabía la decisión que tomaría.
Tres meses más tarde yo tenía una doble vida, seguía siendo psiquiatra, pero a la vez me había convertido en un activista político, en un facilitador de escondites a seres no perseguidos por sus ideas.
Pasado un tiempo me molestaban las reuniones con Ferrando, siempre éramos menos de cinco personas, para salvaguardar nuestra seguridad. Era un tipo cuadriculado, que creía saberlo todo, que pretendía repetir y repetir consignas, sin preocuparse de analizar la realidad, sin entender que si no cambiábamos nuestras estrategias estábamos condenados al fracaso y, tal vez, a la desaparición.
Una tarde en la que yo estaba de especial mal humor, durante la reunión se produjo un incidente, en el que tal vez fui algo imprudente:
— Por todo ello solicito vuestro apoyo para realizar una sentada, en la plaza del Ayuntamiento, hay que darles una lección a esos fachosos…
— Mira Ferrando no quiero discutir, pero las sentadas nunca sirvieron para nada.
— Ya está aquí el doctorcito, el último en llegar y el primero en hablar.
— En serio Ferrando, déjate de tonterías y valoremos otras posibilidades.
— Doctor te voy a hacer tu autocrítica, eres un burgués, hijo y nieto de burgueses, has estudiado y vives mejor que nosotros, pero no eres superior a nosotros.
— Ferrando ya estás de nuevo con tus estupideces, para decir eso más vale que calles la boca.
— Doctorcito a mí no me manda callar ni dios, eso no te lo permito, eres un malcriado, me has humillado delante de los compañeros, esto no va a quedar así. ¡Te acordará de mí!
La reunión acabó así, al menos no llegamos a pegarnos, no le di mayor importancia, realmente lo olvidé.
Sin embargo, esta mañana se ha armado un revuelo en la clínica, había entrado la policía, buscaban a alguien. Me he quedado lívido cuando he visto aparecer a dos tipos enormes, acompañados por la enfermera, por mi camarada, ella ha levantado la mano derecha, me ha señalado con el índice y ha dicho: “Es éste”.
Josma Taxi
27 de octubre de 2.022
3 comentarios en «DOBLE VIDA»
Como la vida misma en muchos de sus ámbitos.
Así es
Además es muy bueno, qué le voy a hacer, es asín