El contrato
Yo vivía en una planta baja muy modesta. La vivienda estaba situada en una pequeña aldea de Valencia. Dos viejas habitaciones, un pequeño comedor, un baño y una cocina constituían todas sus estancias.
Solía escribir en la cocina, que tenía chimenea, allí entre los guisos de mi madre y los vasos de vino que se tomaba mi padre, pasé mi primera infancia. Hacía ya varios años que mi padre había fallecido, mi madre se marchó con mi hermana, vivir solo me venía bien, me concentraba mejor en la escritura.
Para subsistir había entrado como profesor de latín y religión en un colegio religioso cercano. Tenía pocos gastos y resistía humildemente.
Llevaba cerca de dos años con este tipo de existencia, al principio estaba contento, pero los últimos cuatro meses habían sido terribles. Mi imaginación se había consumido y no se me ocurrían argumentos aceptables, estaba pasando una racha de sequía intelectual.
Seguía insistiendo y con una disciplina militar, me ponía todos los días a escribir, aunque sin éxito alguno.
Una tarde, cuando la luz natural ya había desaparecido, me desesperé, los nervios pudieron conmigo y llegué a blasfemar. Al final, lleno de impotencia, afirmé: “Daría cualquier cosa por conseguir ser un buen novelista”. Asombrado por mi reacción, me levanté de la mesa, iba a beber agua, pero tres fortísimos golpes en la puerta de casa, me hicieron salir a ver quién quería algo de mí. Al abrir me encontré con un hombre de un metro cincuenta, bien trajeado, con un pelo y una barba plateados, su sonrisa era sugestiva.
–¡Buenas noches! Busco a Carlos Troya.
–Soy yo, contesté y ¿usted es?
— Puede llamarme, Señor Oineg.
— Extraño nombre, indiqué.
— A todo se le puede dar la vuelta, Carlos.
— Es tarde ya, dígame qué desea.
— Vengo a solventar sus problemas.
— ¡Dese prisa Oineg, no estoy de humor para aguantar ofertas absurdas e inútiles!
— Carlos, hace un momento usted exclamó que daría cualquier cosa por conseguir ser un buen novelista, para eso estoy aquí para negociar su contrato. No se quejará de la velocidad de nuestro equipo de atención al cliente.
— Señor Oineg, todo esto es muy extraño, creo que me está tomando el pelo.
— Carlos, déjeme pasar y le explico el asunto apropiadamente, además aquí en la puerta de su casa me parece imprudente tratar este tema.
Dudando, lo dejé entrar, pensé que con no hacerle caso zanjaría la cuestión.
El Señor Oineg afirmó que su organización estaba especializada en satisfacer los anhelos más profundos de cualquier ser humano, en el caso de que yo quisiera ser un buen escritor, deseo sería muy fácil de conseguir.
— Muy bien Oineg, sigo igual, no acabo de entender su sistema.
— Carlos es muy fácil, le ofrezco una prueba de seis meses, usted evalúa los resultados y sí los considera aceptables, formalizamos un contrato.
— Hay una cuestión que conviene aclarar ya, no tengo dinero.
— Tranquilo Carlos, no cobramos en moneda, buscamos formas de pago alternativas.
— ¿Oineg no querrá cortarme una libra de carne o que le venda mi alma?
— No, Carlos, soy vegetariano y el alma no existe, adaptaremos su forma de pago, si le interesa nuestra oferta.
— Bien, acepto la prueba de su producto, ¿qué tengo que hacer?
— Nada, dejar fluir su imaginación y observar los avances que se produzcan.
Dicho lo cual Oineg se excusó y salió de casa. Yo quedé expectante, ¿cuándo y cómo se producirían los cambios? ¿Sería capaz de notarlos o no me enteraría de su presencia?
Los días siguientes no me di cuenta de ninguna variación, aunque fui capaz de terminar varios relatos, las dudas y los parones fueron desapareciendo, como por arte de magia, poco a poco era más veloz en mi redacción, más certero y sutil en el uso de las palabras y los argumentos y las tramas brotaban de mí con naturalidad y fertilidad.
De ese modo, sin que yo me apercibiera de ello, el tiempo fue pasando velozmente. Una tarde volvieron a sonar unos golpes en la puerta de casa.
–¿Cómo ha ido Carlos? —preguntó Oineg.
— Muy bien—contesté- he terminado doce cuentos y he escrito una novela.
— Lo celebro Carlos. ¿Puedo suponer que está interesado en seguir contando con nuestros servicios?
— Así es.
— En ese caso le diré que el servicio completo incluye nuestro asesoramiento como agencia literaria, la edición de sus relatos y la promoción de sus obras, siempre que usted no prefiera utilizar otros medios. En todo caso, ahora, antes de firmar el contrato, conviene que hablemos de nuestros honorarios. Le recuerdo que no le vamos a cobrar en moneda, pero necesito que me aclare una cuestión, antes de continuar adelante.
— Con mucho gusto, Señor Oineg, contesté.
— Carlos, he hecho averiguaciones y he descubierto que usted estuvo en el seminario desde muy jovencito; sin embargo, no llegó a ordenarse sacerdote, ¿es correcto?
— Lo es, ingresé con doce años, era la única manera de que pudiese estudiar y finalmente no canté misa.
— ¿Puede contarme el motivo?
— Oineg me resulta comprometido hablar de esto, pero tampoco es un misterio, no me consideraba digno de ejercer el sacerdocio y consideraba más interesante dedicarme a la literatura.
— Bien Carlos, lo que me interesa saber es si perdió la fe.
— No, no, en absoluto, si bien soy un creyente tibio, sigo conservando la fe.
— Perfecto Carlos, pues aquí va nuestra propuesta: usted se convierte en el escritor que desea y a cambio nos entrega su fe. Ya podemos firmar el contrato.
— ¿Qué dice Oineg, menudo disparate?
— En términos comerciales no lo es.
— Oineg la fe está fuera del comercio de los hombres.
— Carlos, yo no soy un hombre, ya debería haberlo descubierto.
— Da igual, no voy a darle mi fe.
— ¿Tan creyente es usted?
— No, pero estoy acostumbrado a vivir con ella, es más cómodo, es más reconfortante.
— ¿Carlos es consciente de que perderá sus privilegios como escritor?
— Lo soy, no me presione más, por favor.
— Bien, buenas noches, si cambia de idea avíseme.
El hombrecito salió de mi casa, no me sentí intranquilo, él desconocía que yo tenía guardadas tres novelas más y dos docenas de relatos cortos. Así que, pasados un par de minutos, me volví hacia la puerta y envalentonado grité: «¡A tomar por culo, Sr. Genio!»
© Josma Taxi
21.03.2023