
El Gran Ferreiro
El 27 de octubre de 1989 estábamos echando unos cigarritos, en la puerta de la sede del antiguo “Estudi General de la Universidad de Valencia”, volvíamos de almorzar, esta vez sin un carajillo de cierre, esperando el comienzo de la segunda clase de la mañana, de un curso organizado por COSITAL-Valencia, sobre las reformas que en materia tributaria introduciría la esperada nueva ley de haciendas locales.
Acabado el fumeteo, llegamos al claustro, en cuyo centro se encuentra la estatua de Juan Luis Vives, casi desconocido para la mayoría de los valencianitos. Claustro, en el que, en 1992, mi amada Dra. Calatayud, asistiría a las honras fúnebres del Profesor Broseta, cobardemente asesinado, por algún etarra descerebrado. Según me cuenta Constanza, el momento más emocionante, fue el recorrido del ataúd, llevado en hombros por los catedráticos de la Universidad.
Llegamos al Aula Magna, reciente reformada, en la que los asientos del púbico se situaban sobre una rampa, con una pendiente de unos 22 grados. El estrado reservado a los docentes, quedaba muy por debajo del espacio que ocupábamos los discentes, había que tener muchas tablas para impartir en esas condiciones, una conferencia.
Esperábamos al Dr. Ferreiro Lapatza, con el que los más mayores habían llegado a estudiar y con cuyo manual de Derecho Tributario, muchos otros, habían seguido los avatares de la cambiante legislación en esta materia.
Al poco tiempo, aparecieron dos personas, que tomaron asiento. Se dirigió al público, en primer lugar, el por entonces catedrático de la asignatura en la Facultad de Derecho de Valencia, D. Juan Queralt, Dr. en Derecho por la Universidad de Bolonia, que hizo una breve presentación, del protagonista principal de la clase.
El profesor Ferreiro, también Dr. en Derecho por la Universidad Boloñesa, comenzó su intervención indicando que iba a desarrollar su ponencia, en torno a varios tópicos, y así poco a poco, con la paciencia de los buenos maestros, fue desgranando su discurso.
Para mí el momento álgido de su clase magistral, fue cuando paso de lo tributario a lo urbanístico. De este modo nos contó los efectos: escalera y yenka, de la última ley del suelo. Su comparación con una escalera se refería a que el propietario, en función del grado de urbanización que adquiría su finca, iba ascendiendo en la cuantía de sus derechos, el último peldaño se lograba cuando el terreno adquiría, por mor de la ejecución del proyecto de urbanización, la condición de solar. En ese punto podía realizar las obras, previamente ajustadas al contenido de la licencia municipal.
El efecto yenka, –la de la canción–: “… izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos tres…”; explicaba Ferreiro, se caracterizaba porque, al contrario que en el efecto escalera– suponía–, un posible descenso de los derechos del propietario de terrenos, si incumplía sus obligaciones urbanísticas.
No podía ser de otra forma y Ferreiro criticó, el ICIO, nuevo tributo que gravaba, las instalaciones, construcciones y obras, debido a que permitía una posible doble imposición, pues el Ministerio, en su anteproyecto de ley, lo hacía compatible con la permanencia de la antigua tasa municipal de obras. Además, encarecía, indebidamente los costes de la edificación, para el constructor, que ineludiblemente acabaría repercutiendo en el comprador.
Y llegó el turno de preguntas, en el que el Dr. Ferreiro se lució espectacularmente. Recuerdo la intervención de Pedraza, antiguo compañero de las clases de repaso, de D. Juan Antonio. Comenzó su pregunta con un forzado: “Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid”, y se relamió exagerando la importancia de su interrogación. Su contenido no lo recuerdo, si me acuerdo que el Dr. Ferreiro lo despachó con un par de certeras frases, destrozando las intenciones del inquiridor.
Se fueron sucediendo las cuestiones, unas muy interesantes, otras insignificantes, que incluso me atrevería a tachar de descabelladas. Entre ellas una, bastante rocambolesca, especialmente por su falta de verosimilitud, que Ferreiro, con la humildad que caracteriza a todos los sabios, contesto diciendo: “Para su pregunta no tengo ninguna respuesta, es un tema que todavía no me he planteado, pero sin duda lo hare. Si quiere, cuando acabemos, me indica donde puedo localizarlo y le comentaré los resultados de mi reflexión”.
Habían pasado más de noventa minutos, que se nos pasaron volando, y eso que a mí me cuesta centrarme durante algo más de los treinta. Estábamos todos embobados, pero sin llegar a babear.
Cuando Ferreiro se despidió, amable y hasta cariñosamente de todos los presentes, se produjo un hecho insólito, que ni había visto, ni volvería a ver jamás, pese a los muchos cursos, jornadas y clases de índole jurídica, a los que he asistido. Todos los presentes, como si fuéramos un solo hombre, y eso que los Secretarios e Interventores somos individualistas de fábrica y costumbres, puestos en píe, comenzamos a aplaudir, la ovación duró más de tres minutos, mientras que Ferreiro, nos hacía gestos de que parásemos.
En fin, D. Juan José Ferreiro Lapatza, estuvo magistral y demostró ser un genuino “primum inter pares.”