
EL INTERJUEGO
Himno de apertura.
El árbitro, presionado por el público, comprobó el resultado de la última jugada en el VAR, dando el partido por finalizado. Se había producido un empate, lo que obligaría a jugar en otras dos ocasiones
El Interjuego, tenía lugar con los tres campeones, de las ligas regulares; los partidos correspondían a las series mayores, que, en España, en 2022. Habían sido las de: waterpolo, ajedrez y numismática, representadas respectivamente por: Robinsont Crusoet, Frederic Reyna y Numa Pompilio, el hijo menor de Tulo Ostilio, al haberse lesionado, en un ojo, por culpa de un sello perdido, el inigualable Anco Marcio.
Gracias a los manejos que Pikeriín y Gubiales, ejercían sobre el interjuego, este primer asalto se celebraba en Abut Davit.
El juego era muy sencillo, se trataba, simplemente de suicidarse marcha atrás, aunque los jugadores podían solicitar el comodín del público y el de la llamada megafórica.
En esta ocasión fueron los participante fueron obligados a vestirse de Lagarteranas danesas, pues quedaban más monos en el fotocool.
Cada atleta podía asistirse por un porteador, tres lanceros bengalíes o parte, indeterminada, de los 100.000 hijos de San Luis. Sin embargo, su hombría de bien y el que la organización no se hiciera cargo de estos gastos de personal, hizo que los tres renunciasen a su colaboración.
Tras un sorteo secreto, los contrincantes comenzaron sus demostraciones siguiendo, un orden analfabético y variable.
Reyna escogió para su trágica muerte un triple salto mortal, nunca mejor dicho, desde una altura de 77,5 metros, con caída en un foso de cocodrilos La ejecución de las piruetas fueron perfectas, pero el lechón que endiñó a los saurios, provocó un atontamiento generalizado y hasta la pérdida de alguna dentadura completa.
Numa Pompilio optó por cantar 500 veces la famosa chansonette:” “Pu, pu, pi, du, quiere decir, alegía y ganas de vivir…” acompañado de un perro gorilero. Sin embargo un mordisco traidor del can, inicialmente dirigido a los genitales de Numa, acabó cerrando su boca, merced a una presa que el chucho había aprendido en Cosmopolitan
Por su parte Frederic Reyna, ante tamaño dislate, optó por hacerse el sueco y despedirse a la francesa, mientras silbaba, suavemente, la marcha nupcial para ostrogodos, de Rodin.
Llegados a este punto se produjo la escena inicial en que el árbitro sentenció el partido con empate temporal y semifrío de nata y trufa
Y colorín, colorado este desvarío mental, ha terminado.
¡Ya era hora! ¿Veis como no debo abandonar la medicación?
¡Merche, tengo pupa, quiero Teta!
¡En fin, una mala tarde la tiene cualquiera! Prometo enmendarme y dejaros descansar, a mí también me hace falta.
Josma