Henry Colomer

Henry Colomer

Ni su nombre era Henry, ni su apellido Colomer. Esa era el apodo que le puso un sobrino político, no porque se dedicara a la, hoy denostada actividad del comisionismo exprés, sino porque era sobrino carnal de su mujer. Artista fallero, especialista en guasas y cachondeo del güeno, al que conozco mucho, es mi hermano.

Henry nació mayor, con casi 37 años a sus espaldas, era lo que hoy podríamos llamar un tipo peculiar, incluso extravagante.  De joven llegó a ser reclutado al final de la guerra civil, creo que formó parte de un pelotón de custodia de seminaristas Las debió pasar canutas, pues, aunque no hubiese tomado conciencia de su naturaleza pacifista, era un buenazo que nunca había matado una mosca,

Vino al mundo en Mogente, ahora Moixent, aunque se trasladó a Valencia a cursar sus estudios de Derecho. Muchos veranos él y nuestra tía, esta si era tía carnal, se trasladaban al pueblo, durante su estancia Henry recargaba sus pilas, ambos paseaban por las diferentes fuentes y parajes del término municipal, y, esto no lo tengo confirmado, descubrieron el Guerrer de Moixent. Mi tía tenía suficiente tiempo para soportar a su suegra, allí acumulaba bastantes afrentas para el resto del año.

A Henry le gustaban los cánticos de su tiempo, de forma especial la Jota Vella de Moixent, que ha popularizado Pep El Botifarra. Sin embargo, odiaba el bou amb corda, era un antitaurino, adelantado a su tiempo.

Como diría mi abuelo, al que no supe nunca si considerar como una socarrón o un socabrón, se casó tan mayor con su hija que le llamaba cuñado, en vez de yerno. ¿Socarrón o socabrón, qué era mi yayo?

Lo de Henry Colomer venía de unos productos de belleza masculina, cuya empresa– seguramente catalana–, llegó a inundar el mercado. Contó con cerca de 77 productos patentados y, si fue cambiando de dueños, no lo hizo por necesidades económicas sino para expansionarse. Hoy le he perdido la pista, he encontrado hasta un aula virtual “Colomer”, pero vaya usted a saber a quien pertenece.

Volviendo a nuestro Henry familiar, hay que destacar sus extrañas aficiones: con un amiguete traducía las cuartetas de Nostradamus, fue pionero en la lectura y defensa del profesor Erich Von Däniken, y se afirmaba en la “extraña malignidad de los objetos inanimados”.

La enfermedad innombrable en su juventud, seguramente larvada y silenciosa, se fue destapando con los años y aguantó estoicamente, varias depresiones. Para combatirlas se servía de un licor de chartreuse, que hacía milagros.

Me han quedado tantas y tantas anécdotas en el pc. Pero tengo que tomar mi medicación, las voces están volviendo…

En todo caso creo que en mi familia todos queríamos a Henry Colomer, al nuestro, al de la familia, del peluquero poco queda que añadir.

 

Y colorín, colorado: Este cuentecico se ha acabado.

Josma.

2 comentarios en «Henry Colomer»

  1. Henry siempre aparecía erguido y con gesto impasible en las fotos familiares de los bautizos y comuniones, al fondo (era bastante alto) y casi siempre en la esquina derecha. Su vestimenta también era peculiar: camisas y polos de colores lisos, pantalones de mezclilla y zapatos muy bien lustrados que, cuando quería ir más «casual», sustituia por zapatillas de lonilla sin cordones. Las típicas zapatillas de jubileta. Un clasico…

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