LA CAÍDA DE UN SEMIDIÔS
Llevaban media hora hablando, Álvarez, el dueño de varias empresas y Pepito Oquendo, rabo de oro en tres años consecutivos, el último fichaje estrella, de la directora de marketing, Carla Duval.
La conversación había sido agradable, a punto ya de despedirse, el dueño de la organización, un sesentón magníficamente vestido, con chaleco a juego del traje, de color azul marino, se dirigió al joven que acababa de contratar.
– Con Carla no tendrás ningún problema, es de toda confianza, pero brujuleando siempre está Hernández, lleva cuidado con él. Te recuerdo que tu objetivo no es ganar dinero el primer ejercicio. Entiendo que la industria del cine porno está llena de empresas, casi todas piratas, así que establece unas sólidas bases y adelante, además un tipo como tú que ha sido actor y director de esas peliculitas tan sugerentes va a triunfar.
Oquendo salió de la sala de juntas, ¿qué había insinuado Álvarez, tan problemático iba a ser Hernández? Esa mañana no lo fue, había estudiado matemáticas y llego a ser un gran maestro del ajedrez, pero su afición a la bebida lo retiró del circuito de los grandes jugadores, ahora para intentar mantener los gastos de mantenimiento de su patrimonio, se encargaba de la dirección financiera de la empresa y ayuda a Carla en el diseño de las campañas de lanzamiento de los nuevos productos, era un hacha para los estudios demoscópicos.
Por su parte Carla, que iba a colaborar en todo, no hacía más que poner pegas. El colmo llegó cuando lo acusó de acoso sexual. El dueño lo llamó a capítulo y le dijo:
– Sé que las acusaciones son falsas, pero por el bien de mis muchos negocios, me obligan a despedirte, así que vé con Dios.
Y el semidios cayó como un miserable.