La conversación
Llevaba andando cerca de una hora, aún me quedaba otra, quería cumplir las indicaciones de mi reumatóloga. Me había dejado el bastón en casa y el dolor se iba incrementando; decidí parar en alguna cafetería de la Plaza Central, tomar un café, pedir agua y disolver una pastilla del último analgésico que me habían recetado.
El día era espectacular, estábamos a primeros de marzo y la luz comenzaba a cambiar, pasábamos de los claroscuros del invierno, a la alegría de la primavera. La temperatura invitaba a tomar asiento en la terraza, así lo hice.
Estaba distraído mirando a la gente que pasaba y no la vi acercarse. Sin más preámbulo se sentó conmigo:
— ¡Hola Carlos! ¿Cómo estás?
— No puedo quejarme, aunque he estado mejor, pero de eso hace tanto tiempo. ¿Cómo estás tú?
— Yo estoy muy bien, contestó ella.
— Pues perfecto, ya puedo acabarme el café y marcharme.
— Espera, espera un momento, por favor. Creo que tenemos una conversación pendiente.
— Yo pienso que no, lo pasado… pasado está.
— Bien Carlos, pero me han llegado comentarios que me indican que estás algo molesto conmigo.
— Cristina, no he hablado de ti con nadie.
— No digo que lo hayas hecho, es sólo que hay gente que me dice que cuando se habla de mí, tu rostro cambia, te pones triste.
— ¡Que poco me conoces! Tú no me pones triste, me provocas un sentimiento profundo de incomodidad, de ninguneo, de injusticia.
— Carlos no te lances, no tienes por que sentir todo eso, nunca te hice nada.
— Cristina, yo no he empezado esta conversación, así que insisto en cortarla y seguir cada uno su camino.
— No, por favor no, yo me quedaría mal, me sentiría fatal si pensase que te hice algún daño.
— Todo esto me parece una desfachatez, los dos sabemos lo que sucedió, así que hay poco o nada que hablar.
— Carlos, llevo tiempo pensando y no encuentro los motivos de tu enfado.
— Cristina, no es disgusto, es decepción, pensé que eras de otra manera, nunca esperé un trato de favor de tu parte, pero de ahí a darme una patada… eso duele.
— Si no te explicas mejor no te entiendo.
— Si Cristina sí, eres tan buena persona, tan grande… Te haré, por una sola vez, un resumen y se acabó. Tras el incidente de Toledo nos investigaron a los dos, en nuestro servicio aquello fue un escándalo, yo aguanté el tipo y no delaté a ningún compañero; sin embargo, tú…
— ¡Yo no delaté a nadie Carlos!
— ¿Puedo terminar? Tú no te enfrentaste a los instructores, te hiciste la despistada, no recordabas nada, todo ello no hizo sino atraer toda la atención, toda la responsabilidad, hacia mí.
— Eso es discutible Carlos.
— ¿Tú crees? Tu seguiste en activo, yo estoy todavía inhabilitado, los dos sabemos la verdad, los dos cometimos la misma falta, así que está todo hablado y resuelto. Nos utilizaron a todos para limpiar la basura, aunque no fuera con métodos totalmente legales; luego no quisieron saber nada de los “culpables” No tengo nada más que hablar contigo. ¿Te vas tú o me marcho yo?
— Espera, ahora me dejas descolocada, ¿puedo hacer algo por ti?
— Querida llevo ya dos años de purga, no has hecho nada, no has preguntado nunca, ¿ahora te acuerdas de mí? Sabes perfectamente que tuve una depresión, sigo con medicación. Tu tiempo se ha terminado, ahora, querida Cristina, me voy.
Retomé mi paseo en dirección a la parada de autobús que me llevaría a casa. No pude evitar una sonrisa triunfal, cuando me dije que, de haberse producido, habría sido una buena conversación con Cristina, sabía que no tendría lugar nunca; me había borrado de la faz de la tierra.
Josma Taxi & José María Sanchis
23 diciembre de 2022.