
LA ESPERA.
Calor. Ese color verde de la pared no me gusta, me estoy poniendo nervioso. Tranquilo, respira hondo, retén el aire, expira. Sigo intranquilo… el corazón está acelerándose, tengo miedo.
— Hola buenos días, ¿cómo se encuentra?
— Bien gracias.
–Si necesita algo búsqueme en enfermería, mi nombre es Sonia. En todo caso no se impaciente, estas intervenciones son largas.
Más calor, esto va a peor. Tendría que haber hablado con ella antes de que entrara en el quirófano, quizás no. ¡Yo qué sé!
Le habría dicho cosas… lágrimas moradas, insípidas. Siempre sucede lo mismo. Yo hablo, ella no contesta, levanto la voz, al final el intento de conversación se frustra.
— ¡Oiga Señor! ¿Puede poner más fuerte el aire acondicionado, aquí hace mucho calor!
— Está lo más bajo posible, no puedo hacer nada.
Que fastidio, aquí nervioso, entre sudado, y estos tipos, son unas ratas, escatimando en acondicionamiento. Tal vez debimos optar por una clínica privada…
¿Me habrá perdonado? Mi mujer no es de perdonar, le gusta más castigarme, fustigarme, acorralarme. ¿Por qué no la he abandonado?
Joder, que bruto soy, un burro, un animal, están en plena intervención quirúrgica, es complicada y arriesgada, el corazón es el corazón, no es un juego. Y tú, niñito, aquí, con tus líos de faldas, con tus falsos arrepentimientos, ¡Para ya!
Tranquilo, calma, respiro hondo, retengo el aire, expiro. ¿Cuántas veces te han dicho que tranquilidad deriva de tranca? Menudo borde estás hecho.
Noventa minutos y nada, ya podrían haber tenido el detalle de decirme algo, si va bien la operación, si ha habido alguna incidencia. Ella plancha como nadie y tiene la casita limpia, confortable, bien aireada. Se encarga de todo, yo no hago nada, siempre encuentro excusas…
Sus padres estuvieron siempre en contra mía, ignorantes nauseabundos, incapaces de entenderme y admirarme. Solamente pensando en lo material, yo soy un creador, un ser superior. Te estás alterando… recuerda que tienes la tensión alta, ¿te tomaste la medicación esta mañana?
No hemos tenido hijos, a mi me interesaba la literatura, el arte, los perros. ¿Para qué tener hijos, para alimentar nuestro ego? Pero ahora estoy solo, con el problemón, con esta mujer que con los años se ha convertido en un lastre para mí.
— ¡Buenos días!
— ¡Hola!
Lo que faltaba, dos tipos más en esta sala, espero que terminen antes con ella. No voy a aguantar a esta gente. Olor a ajo, sudor humano, asco.
Han pasado tres horas más, que pesado es esto, mira sale un cirujano:
— ¿Familiares de José Antonio Córdoba?
Nada, no es para mí, estos llegan los últimos y ya han acabado, a mí me castigan, a la espera.
No aguanto más… hablaré con la enfermera le daré mi número de móvil y saldré a respirar… a ver si así el tiempo pasa más deprisa.
Y colorín colorado este cuento, –¿hospitalario? –, ha terminado.
Jose Taxi & Josma