La espía que me armó.

La espía que me armó.

Pues que estaba yo mismo, con mi mismidad y el jefe, sentados en nuestro vehículo, una Volkswagen Bully, adecuadamente camuflada, tipo hippy, para no llamar la atención y, cual truco de Tamariz, se nos aparece el E:¡Coño, chavalotes! ¡ jo, jo, jo! – tan campechano como acostumbra- ¡Joder! como vivís los de la CNN.

–¡Señor, calle, que nos están escuchando!

—Otro neura de las escuchas, me recuerdas al comisario ese, el pirata, el de la gorra…

— No, no estoy alucinando, que estoy de servicio,

— ¿Así pues?

— Que nos leen, ya se lo he contado, que escribo en un taller literario,

— ¡Jo, Jo!, contesta, pues de acompañarme de viajecito, ¿ni hablamos?

— Efectivamente y no, le contestó.

Ahora que me ha dejado tranquilo me puede dedicar al espionaje, que un colega, informata, me ha pasado una app. para acertar la quiniela, aunque lo del Valencia, lo veo complicaete, no creo que el programilla lo logre. Estoy cansado y salgo a estirar las piernas. En voz alta digo:

— En mis viajes secretos como agente de la CNI, me acuerdo de cuando conocí al capitán Tan.

— ¡ Ah, si! Yo también.

— ¿Pero qué dices?

— Sí, salía en la tele con Valentina y Locomotoro -Paquito Cano creo que le llamaban-, el tío Aquiles, y los hermanos Malasombra.

— Bueno, Jefe, sé que eres algo mayor que, yo, pero si la TVE se inauguró en 1960, teniendo sus estudios centrales en el Paseo de la Habana, presentando los programas la incombustible Laurita Valenzuela y mi paisano, el tristemente fallecido Joaquín Prat, ¿cómo es posible?

— Si ya sé que te estoy cortando, ya sé que, a los provectos ancianos de la agencia, cada vez nos hacéis menos caso, eso es un secreto a voces igual que la CNN, y sí lo vi, yo nací en 1958, en mi casa entró tarde la tele, en 1964 aproximadamente, el programita duró hasta los 70, así que hubo un espacio temporal adecuado.

— Bien enteradillo, yo me refería al Tan de Paesa, del ministro valenciano, ese al que se le escapó el Roldán, por cierto, que el hombre va y dimite. ¿Conoces algún caso de esos? Y, ¡amado amo! no me hables del Cantó, D. Tony, que la liaremos parda.

Llevamos más de seis horas de control, en Jefatura sabrán el qué, porque aquí ni el enterado de mi jefe, ni juancar, ni el que suscribe, sabemos qué persona, animal o cosa, estamos esperando. Me aburro, me estoy poniendo nervioso y comienzo a escuchar porc senglar, porc senglar , al tiempo que veo esas piruletas, tan típicas de cuando te hipnotizan, y recordé, Recuerda… ; cuando yo prestaba servicios como fal en un pueblo de la Canal, los compañeros teníamos la sana de costumbre de comer todos los meses, aprovechábamos para intercambiar sufrimientos y compartir soluciones, un día apareció uno nuevo, tipo peculiar, con gorrita a cuadros y carpeta delante de la boca, que solamente se quitaba cuando nos dedicábamos al comercio y al bebercio; un día, cuando ya habíamos pagado a escote, digo al escote de la camarera, prima segunda de la estanquera de Amarcord, tengo pruebas, que los de la CNN somos así, va el gorrillas y me suelta:

— No te vayas, quiero hablar contigo–Obediente, que es uno, me vuelvo a sentar– .

— ¡Pide lo que quieras que pago yo! ¡Yo tomaré bourbon ¡

— Quiero agua de Vichy, que naturalmente no había, es curioso que no encuentre nunca…

— Bueno compañero, ya he visto como trabajas, y tengo una propuesta para ti

— ¡Qué sorpresa!

— ¿Te interesaría entrar en la CNN?

— De filmar y grabar no entiendo mucho.

— A todo se aprende, hablaré con Jefatura y te contactaré.


Cuando ya había olvidado la propuesta, me llegó un email, citándome para un día en la calle Calamocha 4. Cuando me acerqué allí, pensando que iban a hacerme un casting, como los del Risto, me encontré con una casa cuartel de la Guardia Civil. En la puerta estaba mi amigo, sonriéndome, me condujo al interior del edificio y fui sometido a un hábil interrogatorio, sin violencia física, eso sí. A la salida me dijo: Creo que has pasado el examen, ya te confirmaré algo.
Aproximadamente un mes después recibí otro mensaje, esta vez la cita fue en la Plaza del Temple 1, donde no hubo más verdes, eran todos especialmente grises, les ganaba en color un hombrecillo bajito, de abundante pelo engominado, gafas metálicas y grandes, con una sonrisa amplia, que me pareció muy falsa, se fijaba mucho pero no hablaba, al final de la charla me preguntó: ¿Tete pites? Si señor, pero con filtro, a ser posible.
A lo tonto llevó ya veinte años filmando y grabando, no lo debo hacer tan mal
Vuelvo a entrar en nuestra furgo camuflada de la CNN y recupero mis cascos De nuevo aparece ese pedazo plasta y suelta:

— ¡Chavalotes, Jo, Jo, ¿no tendréis por ahí una cinta de Carina?

— De Korina, querrá decir…

— Míralo, que majete es el goloso.

— Señor, no quiero malmeter, pero el que lo imita en Polonia lo hace mejor que usted.

— Ya, bueno ¿hay cinta?

— Lo único que he encontrado es una del baúl de los recuerdos…

— Fenomenal chaval, recuérdame que te invite a la próxima cacería de elefantes

Y el tío coge la copia de la canción que le he pasado y se va dando saltitos con su muletita, que sujeta, con la mano derecha. Pero ya no lo crítico más, gracias a él he descubierto en mi persona, un alma de republicano que desconocía.

“I el referéndum ¿per a quand?”

Y colorín colorado este cuentecico se ha acabado.

Josma

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