
Los amiguitos de Burresio.
Siempre me han gustado los animales, debe ser un defecto de carácter—uno más de los muchos que no consigo controlar–. Los gatos, los perros, incluso las tortugas, pero por los caballos he sentido una especial pasión.
— ¡Oiga, oiga, Sr. Taxi! ¿Quién es Burresio?
— ¡Vaya, vaya, otra vez interrumpiendo…me! Ego, me, mihi, me (Cum). El tema lo he subido personalmente a Youtube, imitando a un cantautor casi desconocido.
— ¿Pero me contestará quién es Burresio?
— Si, si… ¡Hoy viene un poquito espesito, al estilo del Dr. Grijander Amenagüaber!
— ¿Cómo lo sabe?
— ¿Lo de espesito?
— No, jarr… Lo del médico ese que ha dicho.
— ¿Pero usted es tonto, verdad?
— ¡No, yo sólo tengo hambre de sabiduría!
— ¿Y no se ha dado cuenta de que usted y yo somos la misma persona, animal o cosa?
— ¿Eso es verdad? Resulta inquietante.
— Mientras digiere lo que le acabo de contar le comento que al igual que hay jumentos ilustres, como el caballo del Cid, el de D. Quijote o el del mismo Alejandro Magno, llamados respectivamente: Bucéfalo, Rocinante y Babieca, ¿ahora no sé si ese era el orden? Para resolverlo podría utilizar mis pequeños conocimientos de cálculo vectorial, aquello de combinaciones de 3 elementos, tomados de dos en dos; también podría emplear la fórmula del agua oxigenada, es decir eso de E=MC 2, sí creo que ésta se ajusta mejor, en todo caso quedémonos con que eran 3 asnos de mucho cuidado, los humanos claro es.
— Bien Dr. Grijander, perdón ese soy yo, dígame lo de Burresio, que me duele la cabeza.
— Si, pero antes permítame recomendarle el visionado de “Una mente Maravillosa”, llamada en algunos países “Una mente prodigiosa”. Recordaba cosas de la película, desde luego convenientemente deformadas por mi memoria. Yo conocí las aplicaciones de las fórmulas de Nash a la Teoría de Juegos, merced a una optativa semestral que cursé en la Open University of Catalonia, conocida, vulgarmente, como la UOC. Pedazo de asignatura, lamentable reconocida sólo con 4 créditos.
— Y lo de Burresio qué, ¿me lo cuenta, lo recuerda, se lo inventa?
— Lo recuerdo perfectamente Grijander, era un asno o un mulo, no sé distinguir entre ellos, que servía el carro de un aguador, especializado en el transporte de agua de la Fuente del no sé qué, contando con un gran tonel, del que vendía, por las casas, el liquido elemento, a un precio moderado.
— ¿Era agua potable?
— Él vendedor decía que por recomendación del médico del pueblo, añadía un litro de lejía al contenido de su barrilete, y que debido al traqueteo del carro, se diluía perfectamente.
— Bueno Grijander me encuentro cansado, con el plastón que le he dado. Así que lo despido con una musiquita, escoja, tiene todo YouTube a su disposición.
— En ese caso Taxi, quiero una de equinos.
— Vamos allá Dr. Grijander…