
Manipulando que es gerundio.
— ¡Cariño!¡ ¿Dónde estás Marta?
— ¡Amorcito… Chiqui!
— ¡Martita, te espero en el salón!
— Paco has venido más pronto hoy.
–Es cierto, acabo de cerrar una operación fabulosa, me he subido el sueldo en el Ayuntamiento, un 300% aproximadamente. He venido corriendo, bueno en el Jaguar, para que lo celebremos. ¡Dame un abrazo!
— Bien Paco, pero sin apretar, que pareces un oso.
— ¿Así te gusta?
— Bueno, pero… ¿Qué has fumado hoy, haces un olor nauseabundo?
— Lo siento, pequeñita, hemos tomado unos carajillos antes de iniciar el Pleno, y he caído en la tentación de aceptar una faria. He tenido que soportar las miraditas furiosas, del Sr. Secretario y del Sr. Interventor, ese par de inútiles que me lo informan todo en contra, estoy pensando en presentarme a las elecciones generales y cargármelos a todos, primeros a los habilitados nacionales, luego, con disimulo, al resto de funcionarios, panda de chupópteros.
— Bien Paco, me hago cargo de tu gran problema, ¿es terrible? ¿verdad?
— Bueno, puede que no, dile a Filomena que nos sirva una botella de cava.
— Filomena hoy no está, ya te lo conté el jueves, operaban a su hijo hoy a las once.
— ¡Ay Marta! Tú y tus obritas de caridad.
— Venga vamos a la cocina y te sirves tu mismo.
— ¿Servirme yo? Si yo lo pago todo. Ponme tú una copa.
— Paco, llevamos casados, 37 años, 3 meses y 14 días, yo contribuyo también a los gastos familiares, ¿no te parece?
— Si pequeñita, tienes toda la razón
— ¡Qué manía, Paco, que manía! Usando esos diminutivos conmigo, sabes que me molestan.
— Lo siento Martita.
— ¿Qué móvil suena, el tuyo o el mío?
— El mío. ¡Sí dígame! ¡Hola, que alegría oírte! ¡Claro que puedes subir! ¡No es ningún problema! ¡Venga date prisa, guapetón!
— ¿Era tu hijo, supongo?
— ¡No, Paco, no! Es tu hermano. A ver si te comportas decentemente un ratito.
— ¡Vale, Vale! Señora profesora, pero no puedo dejar de preguntarme cuánto dinero querrá esta vez.
— ¡Tan delicado y finolis como siempre—repite Marta asintiendo con un movimiento de cabeza lento–, Sr. D. Francisco de Paula, qué barbaridad!
— Ha sonado el telefonillo, ya abro yo, no se canse la Señora Marquesa.
— ¡Jorge, a mis brazos que bien te encuentro campeón! Vamos a la cocina, he dejado a Marta allí, haciendo labores de ama de casa.
— ¡Marta qué guapa y que joven te veo!
— ¡Ja, ja, Jorge! No seas zalamero.
— ¡Lo digo en serió, corazón!
— ¡Bueno, bueno, Bonito!
— Chicos si no os molesta me siento en la cabecera de la mesa, más que nada porque siempre me ha gustado mantener las distancias.
— ¿Martita has visto lo elegante que viene mi hermano? Con su traje de piloto, la gorra de capitán en la mano, si hasta tiene un aire a lo Jose Coronado, nunca imaginé que la nenaza esta, llegaría a ser tan seductora.
— ¡Paco por favor, deja de decir estupideces, si puedes, y ofrécele algo de beber!
— ¡Sí claro! ¿Un vodka, un ron, un vermú?
— Mejor una cerveza, a ser posible sin alcohol, o lo que tengas.
— Toma Jorge una cerveza artesana, que compro por internet, es de la Abadía de Espinosa de los Monteros, especial para degustar con productos ibéricos. ¡Lo mejor de lo mejor, para mi hermanito! ¡No veas a 50 pavos el pack de seis botellines!
— ¡Pero que fanfarria eres Paco!
— ¡No le hagas caso hermanito! Martita debe estar en uno de esos días, tu ya me entiendes. Y tú, hermosa, ponnos unos adobados.
— ¡A sus órdenes, mi general! Me planto y me cuadro ante Vuestra Excelencia con este ¡Fimes! Que vos me inspiráis.
— ¡Vale, vale, Marta! ¡Qué día me estás dando, mujer!
— ¿Y que hace por estos pagos el Sr. Capitán? ¿Algún amorío nuevo? ¿Algún casino, al que intentar hacer quebrar?
— Nada de eso Paco, me acaban de jubilar, venía a contároslo, a vosotros, para mi sois siempre los primeros.
— Pero si no tienes ni sesenta años Jorgito.
— Ya, pero a los de mi colectivo nos anticipan la jubilación.
— ¡Venga, otra boca que mantener, otro al que le pagaré el sueldo, si al final voy a ser el único contribuyente de este país!
— ¡Paco, que me jubilan por enfermedad!
— Pues eso, lo que estaba yo diciendo.
— ¿Pero cómo te encuentras Jorge? Aunque éste esté por aquí, bien ya sabes como es, puedes ser totalmente sincero.
— Bastante bien Marta, simplemente mi artritis reumática, ha hecho que la compañía opte por mi jubilación, pero bien, no es nada importante.
— ¿Y vosotros cómo estáis? Paco a ti te veo, tan animal, tan salvaje como siempre. Me resulta dificilísimo entender que seas Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y Alcalde de la tercera ciudad de España, siendo tan salvaje y bestia, hermano.
— ¡Marta cuéntame cosas!
— Pues nada, aquí aguantando a nuestro Paco. Tras jubilarme en la Facultad de Psicología, volví a estudiar inglés, me apunté: al gimnasio, al pilates, al ballet. Pero no tenía la agenda suficientemente llena de compromisos, pensé en cursar Historia del Arte, pero al final, recordando nuestra común afición a la lectura, querido Jorge, me inscribí en un prestigioso taller de escritura creativa. Paco me acompañó a unas cuantas clases.
— Sí, sí, Jorge, la mayor pérdida de tiempo y dinero que he sufrido en esta vida, pero ya sabes lo habituada que está Marta a engañarme, de momento, que yo sepa, sin ningún hombre por medio.
— ¿Otra vez Paco, otra vez? ¡Me volverás loca! Anda cuéntale a tu hermano tu experiencia literaria.
— Pues nada chavalín, me planto allí, con toda la buena voluntad del mundo, y, al principio, todo muy bonito, todos muy agradables… Al par de semanas empiezo a notar que la profe se ceba en mí, qué si los signos de puntuación, qué si las exclamaciones, ¿yo qué sé? Por otra parte, había un chico, muy sonriente, muy amable, que debía ser cocinero pues escribía recetitas sobre calderetas reconciliadoras, o algo parecido. Y, por último, dos chiquitas, muy guapitas, muy majas, que escribían muy bonito, muy bien, pero que yo notaba que cuando leía mis textos, se sonreían y me miraban por encima del hombro. En fin, una peña de alucinados.
— ¡Paco! Que cada vez que te ponías de pie, no hacías más que leer relatos de 6000 palabras en adelante, no te atenías a las propuestas, sólo tratabas sobre fútbol, sobre tu Alcaldía, tus manejos en el partido. Pretendía prepararse, el señorito, nada más y nada menos, que, para escribir un manual de autoayuda, titulado provisionalmente: 10 TIPS PARA DOMINAR EL MUNDO POLÍTICO Y FUTBOLÍSTICO. El retorno del viejo arte del: “duro y a la cabeza”
— Desde luego hermano, no entiendo como Marta te ha aguantado tantos años.
— Sí, ¿tú igual lo hubieras hecho mejor con ella, que este pobre anciano?
— Tenlo por seguro.
— Hombre ni que hayáis estado enamorados.
— Marta no lo sé, yo seguro que sí, de manera platónica por mi edad, pero me hubiera encantado ocupar tu lugar.
— ¡Bah, bobadas!
— ¿Qué hora es, Marta?
— Casi las cinco.
— ¡Qué tarde se me ha hecho! Me voy, tengo que encontrar financiación para comprar camisetas del equipo de fútbol, no sé si en el Ayuntamiento podré engañar al Sr. Interventor.
— ¡Venga tortolitos, os quedáis solitos! ¡Podéis hacer manitas!
— ¡Adiós Paco! — Lo despide Marta, moviendo la mano cansinamente.
— ¿Has oído el portazo? Creo que ya no distingue la realidad de sus ensoñaciones, de leer seguro que no es.
— ¿Y nosotros qué?
— A nosotros, Jorge, ¡Siempre nos quedará París!