Miedo al lobo.

Miedo al lobo.

De pequeños, los dos hermanos mayores, tenían miedo al lobo. Seguramente era un efecto secundario a consecuencia de las largas horas que pasaban viendo dibujos animados, en blanco y negro, en una modernísima televisión, marca Zenith.

Se aproximaba la hora de acostarse, estaban ya cenando, y bastaba con que uno de ellos dijera: “Mamá tengo miedo al lobo”.

En ese momento, la Madre, sabia como casi todas ellas, contestaba: “No te preocupes cariño. Mira os pondré un poquito de vinagre en el hervido y veréis lo valientes que seréis esta misma noche”.

Efectivamente el primer plato de la cena, un modesto hervido, compuesto por acelgas, cebolla y patata, al ser regado por el acido acético del vinagre de vino, se convertía en un poderoso elixir, capaz de volver a niños de siete años, en valerosos frente al lobo, sintiéndose capaces de socorrer a la misma Caperucita.

Y colorín colorado este cuentecico se ha acabado.

Josma

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