PALABROS.

PALABROS.

Hubo un tiempo en el que ni las personas, ni los animales, ni las cosas tenían nombre, no teníamos palabras. Era un lío, no podíamos ni pensar, no distinguíamos la realidad de la fantasía. Algunos de nosotros se dedicaban a pintar animales, escenas de caza, manos humanas y otras bonitas extravagancias.

Mi padre, que era un tipo excepcional, me llevaba desde muy jovencito, a las expediciones de caza, en ellas él y sus amigotes se dedicaban a poner nombres a los animales que atrapaban. Se trataba especialmente de aves y algunos pequeños roedores. Así comenzaron a aparecer las palabras: mono, murciélago, cormorán…

También ponían nombre a los frutos que nos alimentaban: mora, manzana, aguacate. Y a sus herramientas de matar todo bicho viviente que se despistara: arco, flecha, piedra.

Pero, como sucede siempre con las tareas nuevas, no había unanimidad en la nomenclatura, de manera que uno decía algo como: el mono se comió una manzana y otro entendía, el manzano incendió una lagartija. Así que no se aclaraba nadie.

Eso acabó cuando, nos fuimos comunicando unos con otros y pactamos significados comunes, así nacieron las primeras convenciones culturales.

Especialmente problemático fue ponernos nombres a nosotros mismos, el desacuerdo en este ámbito fue generalizado. Los nombres humanos los ponía la gente del clan, pero era raro el que a un individuo le pareciera adecuado el apelativo con el que se le conocía. Eran nombres sencillos: Fuerte, Alto, Glotón, Cantautor, Especial. Como se iban repitiendo las denominaciones hubo que inventar los apellidos, así aparecieron sujetos como Especial hijo de Fuerte o Alto hijo de Glotón.

En definitiva, vivíamos bastante bien con nuestro sistema comunicativo de palabros.

Pero un día aparecieron, en el lago grande, en el que no tenía fin visible, unos artefactos flotadores, en ellos venían muchos hombres de pintas extrañas, nos trajeron palabras malas: enfermedad, esclavo, moneda, violencia, muerte. Pero también aportaron palabras muy bonitas: arrebol, acendrado, bonhomía, compasión, esperanza, inefable, melifluo, primavera, silencio…

Ni juntos ni disjuntos, fuimos entretejiendo nuestras vidas, nuestros descendientes son el fruto de una hibridación física y cultural entrañable.

Aunque en ocasiones alguno se cabree y refiriéndose a un hermano le diga: ¡Puto Conquistador!

Y colorín colorado este cuentecico, — pleno de palabros–, ha terminado.

Jose Taxi & Josma

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *