Real como la vida misma.

Real como la vida misma.

Ambientación musical:  Lavanderas de Cáceres. 

 

— ¡Abran paso! Exclamó el camillero mientras empujaba a un gordo, casi mórbido.

— Varón, 57 años, lesiones en el hemitórax izquierdo, taquicardia abundante, lleva tres vías puestas…

— Pasen al box 8

— Martina, mientras llega el doctor ponle un salino, con 100 mg de Lorazepam.

— Veamos que tenemos aquí, ¡Uff, esto no pinta nada bien”—dijo el Dr. Amenabuer Pradera–.

— ¿Pero que animalada es esta? Prácticamente tiene el pecho hundido.

— ¡Lorena hágale una ecografía en 3D, son las mejores!¡Venga señorita, deje de mirarse sus nuevas uñas porcelánicas y dese prisa!

— ¡Vaya está destrozado por dentro, aunque no se nota ninguna hemorragia interna! José avisa a Cirugía, diles que les mandamos un regalito especial!

— ¡Familia de D… Bueno del gordo seboso!

— Se llama Carlos Dr., yo soy su señora.

— Pues su marido está destrozado, lo hemos subido a Cirugía, tardarán, dado su estado, varias horas en terminar la operación, esperemos que todo vaya bien.

— Y dígame Sra. del Sr. Carlos, ¿Qué ha sucedido, accidente de coche, de moto…?

— No señor ha sido una lavadora.

— ¿Cómo dice Señora…?

— Si la estaba cambiando de lugar y se le cayó literalmente encima.

— Supongo que pueda extrañarle eso, buen Doctor… Pero…

— Siga, siga, no pare.

— Pues todo comenzó cuando estaba a punto de jubilarse…, no se hacía a la idea, yo tampoco, es muy… intenso, dejémoslo ahí. Y llegó el temido día, no estaba contento con nada, todo le parecía mal. Yo lo invitaba a salir, a ir al bar, para comer bocadillos grasientos y beber litros de cerveza. Nuestro matrimonio empezó a hacer aguas, y de pronto, igual que salen los conejos de las chisteras de los magos, aparecieron ellas, tan blancas, tan bajitas, tan atractivas.

— ¿Mujeres?, pregunta el doctor.

— ¡Ay ya me hubiera gustado, no, no fue así! Eran lavadoras, que perra cogió con ellas. Le atraían todas, las limpiaba, las enceraba, les hablaba, hemos llegado a tener siete al mismo tiempo. Por supuesto no podían utilizarse, romperían el equilibrio de nuestro hogar, de nuestra relación de pareja… Yo tenía que coger la ropa sucia, el detergente, el suavizante y con nocturnidad, pero sin alevosía, subir al 9º piso, a casa de mi amiga Puri, para lavar algo de ropa. ¡Qué tormento, Dios, ¡que tormento!

— ¿Y de sexo?

— ¿Qué es eso Dr.?

–Finalmente, esta mañana lo encontré subido a la última lavadora, a la más moderna, con un decodificador sibilante, para ajustar unos relés, y se cayó, siempre ha padecido de vértigo, con tan mala suerte que en su caída arrastró el electrodoméstico y aquí que nos trajeron.

— En fin, no acabo de entenderlo, pero me hago cargo.

— Yo tampoco lo entiendo buen hombre.

— Voy a poner en el parte que lo hemos atendido en urgencias, por un accidente doméstico, los de Cirugía, ignoro lo que harán.

 Cinco horas más tarde, la mujer del Sr. Carlos, acompañada de su amiga Puri, esperan ante el quirófano número nueve. Sin previo avisó irrumpe en la puerta un residente de cuarto año y pregunta:

–¿Familiares del de la lavadora?

— ¡Si, nosotras mismas, exclama la Puri!

— ¡Díganos! ¿Cómo está Carlos?

— La operación ha sido un éxito, le hemos extraído unas cuantas piezas de fontanería, que no hemos sabido identificar, pero se recuperará. Ahora está bajo los efectos de la anestesia, dada su obesidad hemos tenido que administrarle una cantidad alta de sedantes.

— ¡Ahh, me olvidaba! Quiere que le traigan, para pasar mejor su convalecencia, una Jata que guardan en el lavadero, y que, ¡Por favor!, no la confundan con la Ruton, que esa está muy vista.

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