¿Aún vas a Misa?
La chiquilla caminaba alegremente por el camino de tierra. Llevaba puestas sus mejores galas, para pedir perdón por sus muchos pecados, advertidos e ignorados. Su cabeza iba cubierta por un manto negro, que le tapaba hasta sus largos cabellos oscuros. Su belleza la eximía de tener que ponerse cualquier clase de pintura de ojos; hacerlo hubiera sido un desafío a su gente y una ostentación impropia de las de su oficio. El calor empezaba a hacerla sudar. Notaba la boca…