TRESCIENTAS CABEZAS
— ¡Müller, contrólame bien el flanco derecho!
–Compañero, viene el capataz.
— Sí Fischer, lo he visto.
— ¡Herald, les estás dejando demasiado espacio, recuerda medio metro entre filas y cuarenta centímetros entre columnas!
— ¡Fischer no les pegues, ahora no, ya te diré yo cuando!
— Chicos el viejo está hoy especialmente irritable, controlen todas las unidades y sobre todo el flanco derecho. Tengan en cuenta que diez hombres, a caballo, para trescientas cabezas… da vergüenza lo que nos pasó ayer, fue un desorden total.
El patrón da la orden: “Venga todos prevenidos, a mi orden salimos con calma… ¡Adelante!
Cabalgan y andan, cada uno a su manera, quince minutos después hay que parar, el desajuste se ha vuelto a generalizar.
— Voy a volver a repetirlo– apunta Müller–, cada uno cuida de las distancias de las cabezas asignadas, además impiden que ninguna se despiste por los flancos. Que no es tan difícil, ¡Joder!
Llevan más de seis horas de camino, los jinetes y sus vigilados están cansados.
— Jefe, paremos, tengo a los muchachos reventados.
— Müller, eso lo decido yo, te estás poniendo cargante, sólo eres mi capataz.
Tres horas más tarde llegan a la carreta, allí han preparado comida para todos: salchichas, habichuelas y buen café para los caballeros. Unos hierbajos resecos y agrios para el resto.
— Ayudante organiza las guardias para esta noche y a descansar, mañana tenemos que llegar al apeadero.
Al alba, somnolientos, reventados de cansancio, hartos de su viaje, parten hacia la estación. Allí los esperan una docena de hombres, la subida al tren no tiene incidencias.
Tres horas más tarde alcanzan su destino. Los hombres empujan a diestra y siniestra para hacer entrar su carga en los vagones.
El jefe entra en las oficinas:
— Bien, cazarrecompensas, vamos a ajustar la cuenta. 298 unidades a 10 reichsmarks, dan un total de 2.980.
— ¡Me has bajado el precio, viejo zorro!
— Ya sabes, las cosas no van bien.
El patrón se apresura para salir del campo de concentración, ha vendido su carga de jodidos judíos. El humo y ese olor dulzón, le repugnan.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado.
Josma & Jose Taxi.