Un hombre normal.

Un hombre normal.

Es un hombre bueno que bebe vino en un bar. Tiene mujer e hijos, incluso tiene un perro y un gato. Su comportamiento ha sido siempre ejemplar, hasta que un día…

Recibe una notificación de la Justicia, al parecer ha habido una acusación de uno de sus vecinos, desearía saber de cuál, pero no tiene tiempo para hacer averiguaciones.

Así que al día siguiente se presenta en el palacio donde vive esa señora. Allí un guardia le detiene y no le deja pasar. Es demasiado tarde, no es horario de acceso al interior de este palacio.

El hombre piensa que es mejor quedarse a dormir en la misma puerta, le ha costado más de media jornada llegar, no merece la pena volver a casa.

Al día siguiente intenta entrar, pero el guardián le indica que ese día es feriado y no se trabaja en la casa de la Justicia. Otra noche al lado del guardián.

El tercer intento de acceso resulta también fallido, en esta ocasión, la notificación que recibió es defectuosa, no costa el número del expediente. El hombre se enfada, esa carencia que le señala el guardián, es culpa de la administración, no suya. El portero lo entiende y le pide un par de días para hacer averiguaciones.

Las pesquisas son infructuosas. No hay forma de entrar y ver a la Justicia. Pasa el tiempo, un año, dos… diez.

En ese tiempo el hombre va intentando ganarse la confianza del guardián, este se deja regalar con los objetos valiosos que el hombre ha llevado consigo, pero esta estrategia tampoco le da acceso al interior del palacio.

Los años siguen pasando, el hombre envejece, ve mal, su cuerpo se ha deformado, a veces no recuerda el motivo de su estancia ante esas puertas.

Una vez se cumplen los veinte años y un día de su larga espera, el guardián le dice: “Puedes irte a tu casa, puedes marchar con tu familia, cualquiera que fuese tu delito el tiempo de la condena se ha cumplido. Además, los compañeros del interior me han comentado que tu caso es un error de la administración de justicia”

El hombre esboza algo parecido a una sonrisa y exclama: ¡Ya no tengo casa, ni familia, mi hogar es esta puerta y mi familia eres tú!”.

Y colorín colorado, este cuentecico—injusto–, se ha terminado.

Jose Taxi & Josma.                     

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