UNO de enero
Aquel año comíamos en nuestra casa, estaban invitados: mis padres, aquellos de mis hermanos que habían sobrevivido a sus salidas alcohólicas de noche vieja y mi madrina.
Mi mujer y mi hija se encargaban de preparar unos entrantes y poner la mesa, yo había preparado un pavo relleno, cuya receta era totalmente original, que daría lugar, a la hora de servirlo, para que mi padre recordara que “El ars cisoria” del Marqués de Villena, explicaba la forma de manejar el cuchillo y que yo debía utilizar para trinchar el pavo.
Citados a las dos de la tarde para la comida, iban llegando, los mayores primero, luego, rezagados, mis hermanos.
Puntual como ella sola, había llegado mi madrina, Consuelo, con su inseparable pañuelo de colores clásicos y sus risas pegadizas, era la hermana mayor de mi madre. Estaba casada con un escocés, que tenía veinte años más que ella, vivián en Edimburgo, manteniéndose con las rentas que sus aparceros le pagaban anualmente. Henry Lipton, que así se llamaba el marido, en esta ocasión prefirió quedarse a seguir leyendo a los clásicos, era un devorador de libros que hacía algunos pinitos como escritor, con escaso éxito entre la crítica, su única lectora asidua era la madrina. No tenían hijos, pero éramos diez los sobrinos que vivíamos en la lejanía y a los que visitaban en Navidades.
Terminado el pavo, bebidas, dos botellas de un buen Ribera del Duero y aprovechando los postres, restos del turrón y polvorones, acompañados de un cava de dudosa procedencia, la charla se animaba.
La madrina, acaparaba la conversación, tenía muchas cosas que contar de sus realidades como actual escocesa y de su pasado como valenciana. Y así iba desgranando sus anécdotas.
— ¿Recuerdas hermana cuando la tía Pepita fue a París en coche y llevaban una escopeta, cuyo empleo estaba destinado al chófer, para defenderse de las águilas al pasar los Pirineos?
— ¿Qué me dices cuando la mamá se paraba a hablar con aquella señora que se quedaba dormida a mitad de las conversaciones? Ella decía que le había picado una mosca tsetsé, pero Henry me ha explicado que esos animalejos viven en África, especialmente subsahariana, así que yo creo que es mentira.
— En Edimburgo abrieron un pub ruidoso y lleno de borrachos, así que yo, que tengo el bachiller, me paso la vida poniendo reclamaciones, pero utilizan la estrategia del “vuelva usted mañana”, Henry dice que la administración funciona mal en todas partes.
Puntual, como acostumbraba, a las siete de la tarde se marchaba a casa de su hermano menor, que era padre de la mitad de los sobrinos, dónde estaba alojada.
Entonces empezaba la fiesta, nos dedicábamos a criticar a la madrina, que, si le había dicho, a mi hija, cuando la acompañaba al baño, que quería que fuese su lazarillo en su vejez. Que, si cuando mi hijo mayor la llamó Consuelito, ella le había contestado que solo se lo permitiría una vez más, pues ella era la tía Consuelo.
Estas conversaciones triviales eran una bonita forma de comenzar el año nuevo.